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viernes, febrero 13, 2004

Hoy fui a buscar la libreta universitaria a la Facultad de Medicina. A diferencia de mi compañera que dijo “qué alegría”, yo no pronuncié palabra. Después moví la cabeza, esbozando una tímida sonrisa y asintiendo. Pero la libreta, a pesar de ser chica, la sentí como un gran peso. No hay vuelta atrás. Entramos al museo de Anatomía. Las partes de personas, ancianos en su mayoría, enfrascados en formol, los rostros, las manos, los fetos. Un paso en falso termina con la vida de alguien. Siempre lo supe y lo sentí. Pero tener ahora la certeza de que eso recaerá en mi inevitablemente, pesa. Es como si esos ojos entreabiertos se me hubieran grabado en el instante que los observe, los penetré, en un sendero cerebral que aún no tiene salida. Responsabilidad. Y cerré los ojos. Ya dije que sí, es algo que quiero. Y ahora tengo más ganas de hacerlo.
Una vez saliendo del museo, cuando estábamos por irnos, después del bombardeo de papeles y papelitos, mi compañero mencionó que en uno de ellos estaba el teléfono para anotarse a unas clases introductorias, de anatomía justamente. No sé si ir, más por el tiempo y los despelotes que me aquejan , porque ganas no me faltan. Y el kiosco de abajo fue el toque que faltaba; un cartel anunciaba: golosinas, sandwichs, gaseosas, guantes, pinzas de disección... y me tenté. Y ahora tengo en mi bolso las pinzas y un par de guantes (no se me acerquen mucho jajajajaja). Denme fuerza gente. Que para otros la tengo, pero a mi a veces se me escapa....


CREMACIÓN.

Blanco perfecto que la flecha esquiva;
paraje incierto sin ningún destino.
Sombras en blanco envueltas en rocío;
boceto informe de palabras huecas.
Pisadas frías de pasos en falso.
Mirás indolente mi humo incesante
al quemar enteros retazos de sueños.
Se fueron cremando, sin huellas ni espectro,
algunos olvidos, algunos deseos,
y algunos desiertos llenaron de agua
la boca reseca de sórdidos besos.
Conservo en las uñas algunos despojos
de piel que algún día te pude robar.
Conservo en mis ojos el fuego encendido,
de aquella partida, que aún no sé mirar.

11/ 2/ 04 ; 2:37 am.

Hace bastante que no veo a mi muchacho, y se me nota la nostalgia. ( y como verán estoy mortuoria aún antes de ver nada de la facultad, je)
BESOS A TODOS, LOS QUIERO MUCHO.


domingo, febrero 08, 2004

“El silencio es el espacio cedido a que hable el tiempo. Se hace cargo de recuerdos indescriptibles con palabras. Se adueña de la sombra. Se apiada de las miradas. Amaga encender hogueras entre cajones de olvido para borrar cualquier vestigio de dolor; o de amor. No tolera su derroche, no lamente su intromisión. Ataca. Sin piedad, sin respiro. Sólo ataca. Estrangula el vaivén de los minutos. Y cuando se considera satisfecho, cede a las letras un nuevo y diferente espacio.”

Miró la taza de café vacía y despejó de su vista la ensoñación que la mantenía distraída. Pensó en lo maduro que estaba el día, y en las ganas de devorarse esa esfera luminosa y así lograr una noche de descanso eterna. Sacudió nuevamente sus pensamientos, pidió la cuenta, y se acercó al baño. Una rubia de ojos rojos y rimel en las mejillas se cruzó en su camino. Las pupilas se le clavaron en ese rostro incierto cuando una lágrima inconciente volvía a caer sin prisa. Los ojos de ambas se encontraron por segundos. Y silencio.

La noche cabizbaja y sin estrellas asomaba apenas la punta de su lengua cuando él, sin apuros, se regocijaba con una carta en la mano. Abrió la puerta y la entrada a oscuras respiraba hastío. Pero como si él mismo fuera una estrella, al prender la luz el ambiente se colmó de una tibia sonrisa. Observando la estampilla se dejó caer en el sillón. Tomó el abrecartas, y sacó ilusionado el contenido del sobre. Sus ojos confusos miraron el papel en blanco. Y hubo silencio.

A medias dormida se levantó por un vaso de agua, y sin prender la luz tomó el pastillero que guardaba sus píldoras. Su nieto dormía con el rostro iluminado por la pantalla del televisor. Lo apagó, abrigó al chico, y siguió su ruta a la cocina. Llenó el vaso, y retornó a la habitación. Aún con la luz apagada abrió el frasco, se sentó en la cama, colocó dos pastillas en su mano y las tragó con un sorbo de agua. Se recostó. Y silencio. Y al cabo de unos minutos comenzó a ahogarse, y el nieto corrió impotente para verla morir. Y tiempo. Ahora el tiempo tendrá todo el espacio que puede pedir. Al menos por hoy.


“El tiempo avanza, se precipita, merodea. Esconde grietas que nos librarían de sus garras, y abre senderos que nos ocupa la vida recorrerlos. Es guardián de4l silencio, y sabe aprovecharlo. Siglos y siglos de silencios han pasado y pasarán por sus manos antes que todo llegue al fin. Y aún después. Aún cuando no haya ecos ni zumbidos de caricias, él espera. Y silencio. También al tiempo le llegará su fin. “


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